Tale of the Moon, the Day and the Night: Cuento Azteca Tarasco, told by Oliverio

Fragmento del lienzo de Tlaxcala

Cuento de la luna el día y la noche: Cuento Azteca Tarasco

Es bien conocido por toda la gente de mi la tierra que Tōnatiuh el dios sol cada día se levanta y camina hacia arriba a lo alto del cielo iluminando. Y calentando la tierra entonces regresa y se esconde por dónde salió. Si ustedes ven que se mete para allá, es que están viendo solo un reflejo de la realidad es que se mete para acá, por dónde salió.

No asi Jurhiata, “la luna”. Significa la luna en lengua Tarasco. Ella a veces sale, a veces no. A veces se mueve para acá otra vez para allá. A veces está triste, a veces está feliz. Pero siempre cuando ilumina la tierra con su luz blanca, esa preciosa luz blanca, toda la gente se alegra. Churi, “la noche”, Churi significa la noche en lengua tarasca también, también se pone feliz.

Cierto, cierto atardecer una niñita caminaba hacia el pueblo apresurada para que no la agarrara la noche. Había perdido su camino y la luz de la citlallis “estrellas” las luciérnagas y los grillos le ayudaban a encontrar su camino. De pronto, detrás de ella sintió una luz blanca y suave. Era Curiata que la acompañaba. Platicando no supo cómo de pronto llegó a su choza, se le hizo corto su camino. Desde entonces fueron grandes amigas. 

Cuenta una leyenda que en los tiempos de los Aztecas, en un pueblo llamado Tzintzuntzan, “lugar de colibríes”, pueblo Tarasco, vivía Basilisa Tsipakua qué significaba “alegría de vivir”. Ella era una bella y adorable abuelita. Basilisa siempre se levantaba muy temprano, inclusiva antes de salir el sol. Entonces, preparada para recibir a Nar´e Eranstkua, “el día”, su gran amiga. Con mucha alegría solía platicar con ella después de hacerle una ofrenda. Conversaban acerca de sus amigos en el bosque. Escuchaban lo que les decían los árboles, las aves, y todos sus habitantes. También solían hablar de problemas personales que aquejaban a Basilisa aunque desde aquella noche del camino perdido. Porque era ella la niñita que había perdido su camino. ¿Recuerdan? Si, ella. También platicaba y pedía consejos a Jurhiata y a Churi, “la noche”, pero Basilisa preferiría más la compañía de Nar´e. La gente que comúnmente visitaba su choza, se preguntaba porque la abuelita siempre estaba tan alegre.

Cómo es sabido por la gente los Aztecas en aquel tiempo ambicionaban crear un gran imperio. Luchaban por dominar más y más a los pueblos vecinos. Precisamente, desde hace tiempo había un campamento de guerreros Aztecas cerca de Tzintzuntzan. Constantemente atacaban y tomaban prisioneros. Después los sacrificaban y les quitaban el corazón. Itsuri, una Tzintzuni, “una colibrí” era la que siempre le trajeron las noticias y desde soles atrás le traía noticias alarmantes. Los Tarascos, por más que se defendían no lograban quitarse de encima a los Aztecas. El campamento guerrero de los Aztecas cerca del pueblo tomando prisioneros preocupaba a la abuelita Basilisa. Así que estaba muy inquieta y preocupada por lo que sucedía. Necesitaba consejos. Se lo pediría a Nar´e. Aunque Nar´e era un ser que nacía con los rayos del sol cada madrugada y moría en la noche con su último destello. Ella era sabia muy sabia y bondadosa. Basilisa solía escuchar sus consejos y nos esforzaba mucho por entenderlos.

“Nar´e, mi gente está sufriendo por la presencia de los Aztecas que constantemente nos atacan y toma prisioneros, después nos sacrifica y les quitan su corazón. Desearía que esto acabará y viviéramos en paz. Como siempre tus consejos me ayudan y ahora los necesito más que nunca”, dijo con tristeza la abuela Basilisa.

“Yo te puedo aconsejar acerca de las cosas de la naturaleza, del mar y del cielo, pero no de los asuntos de los hombres. Debes pensar y decidir por ti misma. Lo siento”, le dijo Nar´e. “Esta vez no te puedo ayudar”.

Decepcionada Basilisa le contestó, “las cosas de la tierra del mar y del cielo ahora pueden esperar. Mi pueblo sufre. Si tú no me das un consejo entonces consultare a Churi. Si, Churi. Ella tal vez ella me puede ayudar y dar un consejo”.

En los últimos rayos del reflejo solar y cuando Nar´e se haya despedido, Basilisa se apresuraba para hablar con Churi acerca de su problema y pedirle un consejo. “¿Churi, dónde estás? Que no te veo”, decía la vieja Basilisa, “no veo tampoco a Jurhiata.  Hoy veo solo a citlallis “las estrellas” y estas no son muy buenas consejeras. Ellas sólo están soñando. Siempre se ha sabido que los consejos de los soñadores no son muy buenos. Son solo sueños”.

“Saludos mi querida Basilisa”, dice Churi, “y disculpa mi retraso. No te puedo contestar hasta que el último rayo del reflejo solar haya desaparecido. Te ves muy desolada cuéntame qué te ocurre”, dijo Churi a Basilisa.

“Los Aztecas en su afán de poder y guerra toman prisioneros. Después lo sacrifican y les quitan el corazón, ahora mismo hacen campamento de guerra fuera del pueblo esperando a tomar prisioneros. Mis guerreros Tarascos solo se defienden pero sus esfuerzos no son suficientes para alejar a los Aztecas. Necesito de tu consejo Churi .Quiero ayudar ami gente,” le contestaba Basilisa.

“Me parece extraño que me pidas un consejo.¿ Nar´e no te lo ha dado? Ella siempre te da consejos y tú los escuchas,” le contesta Churi un tanto celosa.

“Lo siento, no esta vez no me los ha dado. Ahora te lo pido a ti amiga Churi,” dice Basilisa.

“Igualmente, igual que Nar´e. Yo no te lo puedo dar. Solo te lo puedo hablar y aconsejar en asuntos de la naturaleza, del cielo y del mar. Lo siento. Espera Jurhiata, ella conoce más de asuntos de los hombres que nosotros. Tal vez ella si te ayude,” dijo Churi. “Pero habla con ella en una madrugada al primer rayo del sol para que mi último suspiro yo escuché lo que ella te está diciendo.”

Así que la abuela Basilisa tuvo que esperar que se juntara con Jurhiata y Churi en una madrugada en los primeros rayos del sol. Esperó varios días y noches. Es sabida que Jurhiata y Churi no siempre se juntan y cuando lo hacen forma los amaneceres más esplendorosos. Transcurridos algunos soles y por fin el tiempo propicio para hablar con Jurhiata y pedirle consejo en los primeros rayos del sol como Churi la había ordenado. 

Basilisa dice a Jurhiata, “Porque hasta yo sé que tú sí me puedes ayudar ya me has ayudado antes encontrar el camino a mi choza. Tú sí me vas a escuchar. Por favor dame un consejo mi necesito un consejo.”

“Vamos por partes,” contesta Jurhiata. “¿Consejo de que? ¿Tienes un problema? Explícame por favor. Si, si puedo ayudar te voy a ayudar”

“Sí, sí tengo un problema. Quiero ayudar a mi gente. Los Aztecas en su afán de poder y guerra toman prisioneros después los sacrifican, les quitan el corazón. Ahora mismo hacen en campamento de guerra fuera del pueblo y gente solo se defiende pero sus esfuerzos no son suficientes para alejar a los Aztecas. Necesito de tu consejo porque Jurhiata,” dijo Basilisa. 

“Oh si. Que triste. Ustedes los humanos siempre en guerras, exterminandose unos a otros sin pensar que pudiendo vivir en paz pueden lograr que hacer muchas cosas buenas. Bien, necesito pensar en este problema, ver en qué te puedo ayudar. Ver en qué te puedo ayudar para aconsejarte te pido vuelvas hoy este día a este sitio en el último rayo del reflejo solar. Bye”

“Bien, aquí estaré en Cuerauaperi (qué significa la tierra). El tiempo cambiará tal vez lloverá o soplarán vientos, pero yo de aquí no me moveré aquí esperaré,” dice Basilisa. 

Jurhiata voltea a ver a su amiga mientras se alejaba en lo alto del cielo, cielo. Era la primeras que le pegan los rayos solares en su cara pálida. Ella estaba tan interesada en ayudar a Basilisa que ese día no fue a dormir porque como sabrá ella dormía en el día no en la noche. Preguntándose si ella era la indicada para ayudar a la abuelita. Ese día el sol se movió hacia lo alto del cielo y regreso como todos los días. El tiempo de Nar´e casi termina y en el último rayo del reflejo solar apareció Jurhiata. El momento esperado había llegado y dijo. “Okay. Ya lo he pensado. Esta es mi respuesta, pero debes seguir al pie de la letra, de otra forma tu pueblo perderá y morirá. Mañana, cuando el sol esté en lo alto del cielo, reúna a todas las abuelitas del pueblo, agarran una escoba y pónganse a barrer. Limpiarán el camino que da el campamento Azteca empezando por el pueblo.” 

Confundida Basilisa le pregunta, “pero, ¿De qué va a servir barrer para si ahora estamos en grave peligro? Es la guerra.”

“¿Querías un consejo o no? Pues ahora lo tienes. Escucha, van a barrer el camino que va del pueblo hacia el campamento Azteca como te digo y detrás de ustedes irán tus guerreros ya entonces entenderás porque esto les pueda ayudar,” dice Jurhiata.


Nar´e y Churi que también estaban presentes solo escuchaban y asentían, cómplices de Jurhiata.


“Otra cosa,” esta vez dijeron Nar´e y Churi, “tienes que convencer a todos los abuelitos y guerreros de hacer esto. Pero no les digas que no sé nosotras te aconsejamos y asegúrate que barrerán con mucha enjundia.” 

Escuchando esto y pensativa la abuela se alejó. Ya cuando acabó de lo planeado planeado por sus amigas, la abuela Basilisa buscó Atari “el cazador”. Era el jefe de Los Tarascos y no iba a ser fácil convencerle y llevar a cabo un plan tal el ridículo en un medio de un ambiente de peligro. Pero hablaría y hablaría y hasta convencerle. Confiaba tanto en sus amigas. No Sería fácil para un guerrero aceptar la ayuda de las abuelitas debido a su honor. Y así fue. Cómo la había previsto Atari no aceptó. No era fácil convencerlos de llevar a cabo un plan tan raro si no era porque ella era muy persistente. 

“Nosotras podemos ayudar. Nosotras te podemos ayudar Atari. Déjanos ayudar,” decían sin detenerse. 


Habló y habló hasta que finalmente Atari aceptó. Más por la terquedad de la abuelita que porque su plan pareciera bueno, como le habían dicho ella jamás la comentó que era un plan delineado por sus tres amigas. Lo demás fue fácil, decir a las abuelitas del pueblo de tomar las escobas y limpiar el camino. Convencerlas fue muy fácil. Todas estaban decididas a ayudar aunque nadie entendía de que pudiera servir la limpieza en esos momentos. 

Era el día señalado, el sol estaba en lo más alto del cielo, las abuelitas listas para cumplir su misión, barrer el camino hacia el campamento enemigo. Empezaron y lo hacían con mucha enjundia. Allá lejos en el campamento Azteca los guerreros veían como un montón de abuelitas organizadas barrían y barrían y no se detenían, dirigiéndose hacia donde ellos estaban. 

“¿Barrer para que? ¿Iban a tener fiesta? ¿Iban a celebrar algo?” ellos se preguntaban.

Bueno, era solo unas lindas viejitas, no les dieron importancia al asunto mientras el humo digo el polvo se empezó a levantar. Las abuelitas cada vez más y más levantaron un polvaderon que ya parecía tormenta. ¿Cómo era posible que unas lindas abuelitas levantarán tanto polvo?

En ese momento nadie le importaba, de hecho, no observaban qué de qué se trataba de una verdadera y fuerte tormenta. Fue entonces que Atari y la vieja Basilisa entendieron que esa era la oportunidad de acercarse al campamento Azteca y acabarlos. Entre esa nube de polvo y tierra iban escondidos los guerreros Tarascos comandados por Atari listos para la batalla, acercándose más y más al campamento Azteca y cuando estuvieron cerca del enemigo ¡Boom! Que salen dentro los entre los la enorme cortina de humo digo de polvo, miles y miles de guerreros Tarascos tomando y espantando a los Aztecas. Ambos bandos se defendieron pero finalmente los Aztecas huyeron despavoridos. Ese día los Tarascos habían ganado la batalla.

En Tzintzuntzan todo era felicidad. Sus pobladores festejaron la victoria y la abuela Basilisa agradecida veneraba los consejos de sus amigas, Jurhiata, Nar´e y Churi, “la luna, el día y la noche” sin saber que fueron ellas que soplando la tierra habían formado la cortina de polvo, una verdadera tormenta en contra de los Aztecas. Finalmente la tranquilidad del pueblo regreso y Jurhiata empezó a salir a plena luz del día. Solo algunas veces claro, aunque no sería muy bien su rostro parecía pálido ante los rayos del sol.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.

My name is J. Oliverio Sanchez Rodriguez. I am from Guanajuato, Mexico. It is a town where there are a lot of legends. I speak Spanish and a little English. My history is about the war between the Aztecs and the Tarascos. The title is the Moon, the Day, and the Night. I read this story a long time ago in Mexico. The story is the next:

The Aztecs in the imperial expansion took towns and prisoners in the Mesoamerica area in Mexico. They want to conquer the town Tzintzuntzan, today the town is in Michoacán. So, everybody in the town is worried about. And so the grandmother called Basilisa, she was thinking how to help the warriors, the Tarascos warriors. She asked for advice from the Moon, the Day, and the Night. It’s supposed they are living someway. So she asked to the Tarascos warriors and the little grandmothers in Tzintzuntzan to help. The strategy of the tactics was sweep the pathway from the town to the Aztec camp, war camp. This is the strategy, the little grandmothers, they sweep the pathway and they make dust curtains, but between the dust curtains the Tarascos warriors head close to the Aztec camp. Suddenly they attack the Aztecs and finally the Tarascos won the battle that day. And the town, Tzintzunzan people they had happiness and peaceful and everybody feel better. 

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